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Mamá,
¿Sabias que tengo frío? Creo que no te diste cuenta, pero me dejaste sin abrigo. Te lo llevaste, ese que compartíamos, que si bien se que era tuyo, era el que me prestabas los días de mucho frío para que a mi no me diera.
Después de que te lo llevaste, me rompieron la camisa, aquella que me regalaste cuando tenía más o menos 12 años. La camisa todavía la tengo, sólo que ahora esta rota, esta rasgada, como mi corazón, que a pesar de que pasen los años tiene frío, no siente tu abrazo, tu abrigo.
A todos aquellos que tengan frío,
Que se quedaron sin los cuerpos que cobijen su alma, los invito a refugiarse en la memoria, único recurso.
Que después de todos estos crudos inviernos nos hace mantenernos con vida.